XXXIX Congreso de la semFYC - Málaga
del 9 al 11 de mayo de 2019
Entendemos que la Atención Primaria (AP) es un lugar privilegiado para adecuar y minimizar el impacto de las actuaciones del sistema sanitario en la salud de los ciudadanos. Es decir, promocionar una prevención cuaternaria, entendida como el conjunto de medidas que se toman para evitar, disminuir o paliar el daño producido por las actividades sanitarias innecesarias. Las actividades sanitarias producen, en general, beneficio, pero también daños. Una atención segura, libre de daños ligados a los cuidados prestados, es el nivel básico de calidad asistencial que el sistema de salud debe garantizar.
La AP es la puerta de entrada al sistema sanitario, donde el médico de familia se encuentra con el paciente y su familia en su contexto. Este encuentro, basado en la confianza y la longitudinalidad de la atención, permite una toma de decisiones compartidas y, a la par, comprometidas con la persona en su conjunto, más allá de una determinada enfermedad o problema de salud concreto que el paciente pueda padecer en un momento puntual.
La práctica totalidad de los pacientes acude en algún momento del viaje de su vida por el sistema de salud a la consulta del médico de familia. Muchos de ellos acuden con síntomas y pruebas diagnósticas alteradas que no corresponden a ninguna enfermedad concreta, hallazgos detectados en pruebas que buscaban alteraciones. En estas situaciones la prevención cuaternaria debería situarse como el resto de actividades preventivas que realizamos, y actuar con prudencia. La prevención cuaternaria tiene que ver con el hecho de que en medicina es más fácil revertir lo que se deja de hacer por defecto que lo que se hace en exceso.
Esta perspectiva debe estar presente en el razonamiento clínico de los médicos de familia. En su formación, se debe considerar no solo la patología, sino también el proporcionar un mayor conocimiento del amplio espectro de la normalidad en la población, conceptos que le pueden resultar tan importantes para transmitir a la propia población como para muchos profesionales sanitarios relacionados, ya que el desconocimiento de la normalidad origina una buena proporción de consultas, derivaciones y pruebas injustificadas.
Como ejemplo de un motivo de consulta bastante frecuente de difícil manejo son los diagnósticos y los tratamientos «inducidos». Es decir, los resultados mínimamente alterados de pruebas solicitadas desde otros puntos de atención, como el servicio de urgencias o consultas de especialistas, que forman parte de un análisis preoperatorio o que incluso parten de la iniciativa del paciente que presiona al profesional sanitario para descartar riesgos y reducir incertidumbres. Muchos de ellos llevan asociado un diagnóstico injustificado difícil de manejar y normalizar desde AP.
Abordar esta cuestión es complejo, a mayor oferta de diagnósticos se origina mayor número de problemas, pruebas, tratamientos y el sentimiento de nuevas necesidades. Y lo que es más serio, y posiblemente nocivo, se hace que personas sanas se sientan enfermas, lesionando el principio de no maleficencia y generando dependencia del sistema sanitario.
Por todo ello, es importante una buena comunicación con los pacientes y entre los propios profesionales de la salud. Con los compañeros, es legítimo defender la discrepancia fundamentada y con los pacientes, facilitar las decisiones consensuadas, promoviendo la autonomía de las personas y evitando la dependencia excesiva del sistema sanitario, que en muchas ocasiones daña a los enfermos y a los sanos y crea una sociedad poco saludable.
Bibliografía