XLIV Congreso de la semFYC - Barcelona
14-16 de noviembre de 2024
Reflexionar sobre dónde está el límite de nuestras intervenciones sanitarias en pacientes con un contexto social complejo.
Partimos del caso de un hombre de 36 años, inmigrante sin regularizar que lleva viviendo en Cataluña unos 3 años, en un piso ocupa sin electricidad. No dispone de ningún ingreso económico, presenta una barrera idiomática importante y no tiene ninguna red social de apoyo. Está diagnosticado de diabetes mellitus tipo I con grado I de retinopatía diabética.
El primer contacto fue a partir de una visita urgente por hiperglicemia, por lo que se derivó a Urgencias y a Endocrinología posteriormente.
Desde el Centro de Salud se programaron controles glucémicos mensuales y se acordó, de forma excepcional, poder guardar las insulinas en las neveras del centro. Servicios sociales le facilitaron los recursos necesarios, se derivó con la psicóloga por mostrarse frustrado e irascible, además la nutricionista le ideó un plan nutricional con imágenes adaptado a los alimentos que le facilitaban desde el Banco de Alimentos y la Cruz Roja.
A pesar de ello, el paciente no se responsabilizaba de su enfermedad ya que no seguía el plan nutricional, no tenía adherencia al tratamiento e incluso faltaba a sus visitas médicas/enfermería para controles, por lo que generaba frecuentes consultas a Urgencias.
En ocasiones, a pesar de los esfuerzos por parte del personal sanitario y social, el paciente no se responsabiliza de su propia salud, por lo que nos plantea la disyuntiva de hasta dónde debemos hacer o no hacer, sin caer en un rol paternalista ni perpetuar un mal uso de los Servicios Sanitarios.
En Atención Primaria existen muchos casos diferentes, con cierta similitud al expuesto, que suscitan impotencia por parte del personal sanitario por la impotencia ante la falta de empoderamiento del paciente e implicación con su propia salud.