XXXVI Congreso de la semFYC – A Coruña

del 9 al 11 de junio 2016

Actividades de programas y secciones semFYC

Mesa Comunicación y Salud. Potenciando el optimismo en la consulta: profesionales

Moderadora

Arroyo Aniés, M.ª Pilar

Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Doctora en Medicina. Profesora Clínica Asociada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra. Miembro del GdT de Fármacos de la semFYC y del Grupo-Programa Comunicación y Salud de la semFYC.

 

Ponentes y contenido

1. La resiliencia como capacidad humana para superar las díficultades

Morales López, Rosario

Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y en Obstetricia y Ginecología. Diploma de Estudios Avanzados en Medicina Preventiva y Salud Pública. Tutora extrahospitalaria de la UD de MFyC de Cartagena. Miembro del Grupo Comunicación y Salud de Murcia.

 

2. ¿De qué hablamos?, de generar emociones positivas

Indurain Orduna, Santos

Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. Tutora docente MIR y Profesora Clínica Asociada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra. Miembro del Grupo-Programa Comunicación y Salud de la semFYC.

 

3. Al mal tiempo, buena música

de Rueda Villén, Belén

Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte: Expresión y Comunicación Corporal. Docente y Coordinadora de Practicum Salud. Facultad de Ciencias del Deporte. Universidad de Granada. Doctora en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Grupo-Programa Comunicación y Salud de la semFYC.

 

Resumen

 

En los últimos años, diversos foros y publicaciones sanitarias se han hecho eco del malestar en el primer nivel de Atención Sanitaria, propiciado por elementos organizativos, la presión asistencial y la heterogeneidad de la población, así como los problemas atendidos; todo ello potenciado por la crisis, que afecta también a los propios profesionales.

 

 

La respuesta a situaciones estresantes está determinada por la vulnerabilidad del individuo. Esta depende de sus capacidades para afrontar el estrés y la conducta personal, así como de las redes sociales y sistemas de apoyo que potencien su capacidad de afrontamiento (resiliencia).

 

Son conocidos y están avalados por la bibliografía los efectos positivos del optimismo sobre la salud física y mental, que posibilitan un mejor abordaje de los problemas en la consulta. Asimismo, la risa, el buen humor y el ejercicio físico alivian la tensión muscular, ayudan a armonizar el sistema nervioso y tienen un efecto tranquilizador.

 

Objetivo de esta mesa: reflexionar sobre la calidad y el bienestar de nuestra profesión, incorporando la prevención del burnout y potenciando una relación sana y humana entre el equipo de profesionales sanitarios, así como la relación con los pacientes.

 

Os invitamos a trabajar juntos para reforzar nuestras capacidades/habilidades y aprender otras… que actúen como «efecto levadura» en nosotros, en nuestras consultas y en nuestro entorno.

 


 

 

Introducción

 

«… pido disculpas por pecar de optimista, pero una mirada diferente cambia el modo en que vemos nuestro trabajo. No cambia lo malo, pero permite disfrutar de lo bueno», Mariola Marrero.http://medicinacienciayarte.com/wp/sobre-mi/

 

1-    ¿Podemos hablar de optimismo… con la que está cayendo?

  • «Las 7 especialidades médicas que más llevan a depresión y ansiedad»: Medicina de Familia y Comunitaria lidera la lista con un 50 % (Paime-OMC 1998-2014).
  • Desgaste profesional en Atención Primaria: el agotamiento profesional es cada vez más frecuente entre los profesionales sanitarios; se estima una prevalencia del 40% en AP (SEMERGEN en 7DM nº864-2015).
  • Encuesta Nacional sobre la situación de los médicos de AP en España en 2015 y las consecuencias de los recortes: más del 50 % de estos profesionales sufre sobrecarga de trabajo; se ha recortado su sueldo y se ha incrementado la carga de trabajo; la mayor consecuencia de la crisis ha sido la falta de personal.
  • También hay algunos estudios sobre residentes, de Urgencias especialmente, entre los que se detectan incrementos del burnout.1
  • La OMS sitúa a la AP española entre una de las mejores en Europa. Tenemos un «alto valor intrínseco», pero nuestra valoración interna y externa (social) no concuerdan. Por mejorar: mayor poder de gestión, organización y regulación, financiación (remuneración incluida) y reconocimientos, de acuerdo a su impacto.2
  • Why the doctors are unhappy?3Parece que no es un tema nuevo; Richard Smith lo presentó tras revisar y superar anteriores marcos de trabajo y concluyó formulando un nuevo contrato que implica a profesionales y pacientes: «los médicos no lo sabemos todo y debemos trabajar juntos». Por ello, nuestro enfoque pretende beneficiar a ambos agentes.

2- Sin embargo…

En primer lugar, interesa traer a colación la fórmula de la felicidad (M. Seligman), que incluye varios elementos: nuestro punto de partida (personalidad, predisposición heredada), las circunstancias individuales y factores dependientes de la voluntad. S. Lyubormirsky definió posteriormente que en el «pastel de la felicidad» el porcentaje de cada uno de estos factores en el individuo sería 50 + 10 + 40. Es decir, hasta un 40 % procede de la capacidad de cambio de la propia persona.

Esta misma autora en su obra The Broaden-and-Build Theory explicita cómo se han estudiado (Isen) los beneficios de estar en positivo en la consulta de los médicos. Desde esa situación, se les dio a unos profesionales un caso de enfermedad hepática que debían resolver, y, de media, acertaron el diagnóstico correcto tras la lectura del 20 % de los síntomas –casi doble de rápido que el grupo control– y mostraron un anclaje 2,5 veces inferior. En general, la gente que se siente bien piensa de modo más creativo, integra mejor y es más flexible y abierta a la información que recibe. Ello no funciona solo denle un momento puntual…, sino que potencia recursos ante experiencias posteriores…

Los mismos estudios de Lyubormirsky plantean que trabajar con nuestra emoción en positivo ejerce un efecto levadura entre el grupo de trabajo y potencia la cohesión y otros recursos en el mismo… potenciando cambios.

Shawn Achor (2011): Un cerebro positivo trabaja mejor que uno negativo, neutro o bajo presión. Incrementa la inteligencia, la creatividad y los niveles de energía. La dopamina irriga el cerebro cuando estamos positivos. No solo hace sentir más feliz, sino que además activa los centros de aprendizaje permitiendo que uno se adapte al mundo de manera diferente.

3-¿Qué entendemos por optimismo?: Conceptos y errores del término

«Es un estado de ánimo y disposición general de esperar del entorno físico y social algo agradable que sea motivo de placer y fuente de beneficio para uno mismo» (L. Tiger, 1979). En nuestro caso, utilizando el punto de partida de la psicología positiva (M. Seligman), no se pretende resolver una enfermedad, sino que desde el bienestar y los puntos fuertes de cada cual se busca crecer en la capacidad de afrontar las situaciones adversas y sus efectos (reduce el impacto de los fallos, aumenta la sensación de control y nos protege de la infravaloración). Están descritos efectos positivos sobre la salud y mente.6

4- Desviaciones del optimismo. En ningún caso debemos crear falsas expectativas, teniendo en cuenta cuál es nuestro marco y hacia quién va dirigida nuestra actividad. Como los fármacos, no todo sirve para todos. No entrarían en nuestra consideración: el optimismo no realista, ni el pensamiento mágico-amuleto, ni falso optimismo (políticos) del «todo va bien», ni el optimismo obligatorio que se han podido observar o plantear desde otras instancias.

Circunstancias en que el optimismo no sirve: en caso de depresión profunda, duelo reciente o cambio etapa vital… debemos considerar que el individuo no será receptivo al optimismo. Es decir, dependiendo de la situación que vivimos podemos valorar un cambio de punto de vista para afrontar algo, pero son comprensibles las limitaciones que suponen estos casos (entraríamos en las desviaciones comentadas). El optimismo tampoco reemplaza a los fármacos cuando estos son necesarios.

5- ¿Por qué la psicología positiva resulta interesante para la Medicina de Familia y Comunitaria? Paul Hershberger propone el uso de sus herramientas en nuestras consultas de Atención Primaria como complemento del abordaje tradicional. Confronta cómo, de forma habitual, la atención a la salud mental se dirige al diagnóstico y al tratamiento de esos problemas de salud, más a reparar el daño que a construir fortalezas. Quienes se sienten felices tienden a estar más sanos y a ser más longevos, y la promoción del bienestar emocional es consistente con el modelo biopsicosocial de la Medicina de Familia y Comunitaria.

Referencias bibliográficas

  1. Leal-Costa C, Díaz-Agea JL, Tirado-González S et al. Las habilidades de comunicación como factor preventivo del síndrome de Burnout en los profesionales de la salud. An. Sist. Sanit. Navar. 2015.
  2. Casado V. Construyendo la Atención Primaria española en una Europa cambiante. Editorial. Aten Primaria 2016;48(2):71-2.
  3. Smith R. Why are doctors so unhappy? BMJ 2001;322:1073-4.
  4. Seligman MP, Rashid T, Parks AC. Positive Psychoterapy. Am Psychol 2006;61(8):774.
  5. Fredrickson BL. The value of positive emotions. Am Scientist 2003;91:330-5.
  1. Vázquez C, Hervás G, Rahona JJ, Gómez D. Bienestar psicológico y salud: Aportaciones desde la Psicología Positiva. An Psic Clin Sal 2009;15-28.
  2. Lyubomirsky S. La ciencia de la felicidad. Un método probado para conseguir bienestar. Book4pocket (crecimiento y salud), 2011.
  3. Hershberger PJ. Prescribing Happiness: Positive Psychology and Family Medicine. Fam Med 2005;37(9):630-4.
  1. Shawn A. La felicidad como ventaja. RBA, 2011.
  2. Figueras A. Pura felicidad. Ser feliz es saludable. Plataforma Editorial. Barcelona, 2012.

 

 

1. La resilencia como capacidad humana para superar las dificultades

 

Introducción

 

Continuamente, las personas estamos sometidas a acontecimientos que sacuden nuestra vida, y a veces de forma trágica. Siempre ha sido así y siempre lo será.

 

Las desgracias pueden dividirse en dos categorías: comunes y excepcionales.1 Las desgracias comunes u ordinarias son las que hemos aprendido a percibir como inevitables desde niños, «azotes de la vida o gajes desafortunados en el oficio de vivir» como la pérdida de seres queridos, conflictos y rupturas afectivas importantes, enfermedades graves y el desempleo forzoso con sus consecuencias económicas y sociales. Las desgracias excepcionales comprenden las guerras, ser víctimas o testigos de actos crueles como los asesinatos violentos, las torturas, los secuestros, las violaciones, o los confinamientos en campos de concentración o prisiones, el terrorismo y los genocidios, los grandes siniestros o accidentes y los desastres de la naturaleza. Hay otro grupo de desgracias autoinfligidas, aun de forma poco consciente en ocasiones, que son excepcionales pero no tan inesperadas como es el caso de las derivadas de hábitos de vida poco saludables o de la práctica de deportes de riesgo.

 

Sin embargo, no todas las personas sometidas a adversidades sufren las mismas consecuencias: aquí se introduce el término resiliencia, que se entiende como la circunstancia en la que alguien sufre un suceso traumático y no ve interrumpida su vida, manteniendo un equilibrio sin afectación de su rendimiento general.

 

Concepto

 

Resiliencia es un término derivado del latín resilio, que significa: volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. En física describe la capacidad de algunos materiales de recobrar su forma original tras sufrir una presión deformadora. Relacionada con las Ciencias Sociales y Sanitarias, esta palabra tiene múltiples definiciones, la más gráfica quizá sea la de capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.

 

La resiliencia tiene su espacio en la psicología positiva y la dinámica de promoción de la salud mental y, como tal, se refleja en los testimonios de muchísimas personas que han continuado desarrollando su vida de forma saludable tras vivencias traumáticas.

 

No es un estado final logrado e inamovible, sino una capacidad resultante de un proceso dinámico, en continua evolución y con influencias de la intensidad y naturaleza de los traumas, las circunstancias, el contexto cultural y la etapa vital de la persona. Se produce, por tanto, en una interacción dinámica entre factores, a lo largo del ciclo vital, unida al desarrollo humano, considerando a la persona como única, pero no como atributo exclusivamente personal sino universal.

 

Pilares de la resiliencia

 

Los caminos que llevan a la resiliencia están recogidos en los siete pilares que la sustentan:2

  • Introspección o insight: relacionado con la capacidad de ver más allá de lo que se ve a simple vista, la perspicacia y la autoestima.
  • Independencia: capacidad de fijar límites entre uno mismo y los ambientes problemáticos; relacionado con el mantenimiento de las distancias emocional y físico sin llegar al aislamiento.
  • Capacidad de relacionarse (interacción): capacidad de establecer relaciones íntimas y satisfactorias con otras personas, equilibrando la propia necesidad de afecto con la capacidad de ofrecerlo a los demás.
  • Iniciativa: es la capacidad de poner en práctica la creatividad; se relaciona con la espontaneidad y con la fuerza para enfrentarse a situaciones nuevas.
  • Humor: capacidad para ver el lado cómico aun en la propia tragedia. Tener la habilidad de conseguir alivio al reírse de las propias desventuras y encontrar diferentes perspectivas de mirar las cosas.
  • Creatividad: capacidad de crear orden y belleza a partir del caos y el desorden. Permite establecer alternativas que supongan vías de salida a las situaciones problemáticas.
  • Moralidad: incluye dos aspectos fundamentales: desear a los demás el mismo bien que queremos para nosotros y mantener el compromiso con valores dirigidos a realizar el bien que desembocará en una costumbre.

 

Factores indicativos de resiliencia3

 

Constituyen la forma práctica y concreta en la que se expresa la resiliencia y son reconocibles en la forma de hablar de la persona; se pueden clasificar en tres grupos:

 

Yo tengo (apoyo externo que la persona cree poder percibir)

  1. Una o más personas dentro de mi grupo familiar en las que puedo confiar y que me aman de forma incondicional.
  2. Una o más personas fuera de mi entorno familiar en las que puedo confiar plenamente.
  3. Límites en mi comportamiento.
  4. Personas que me alientan a ser independiente.
  5. Buenos modelos a imitar.
  6. Acceso a la salud, a la educación y a servicios de seguridad y sociales que necesito.
  7. Una familia y un entorno social estables.

 

Yo soy/estoy (fuerza interior)

  1. Una persona que agrada a la mayoría de la gente.
  2. Generalmente tranquila y bien predispuesta.
  3. Alguien que logra aquello que se propone y que planea para el futuro.
  4. Una persona que se respeta a sí misma y a los demás.
  5. Alguien que siente empatía por los demás y se preocupa por ellos.
  6. Responsable de mis propias acciones y acepto sus consecuencias.
  7. Segura de que todo saldrá bien.

 

Yo puedo (capacidades de relación y de resolución de conflictos)

  1. Generar nuevas ideas o nuevos caminos para hacer las cosas.
  2. Realizar una tarea hasta finalizarla.
  3. Encontrar el humor en la vida y utilizarlo para reducir tensiones.
  4. Expresar mis pensamientos y sentimientos en mi comunicación con los demás.
  5. Resolver conflictos en diferentes ámbitos: académico, laboral, personal y social.
  6. Controlar mi comportamiento: mis sentimientos, mis impulsos, la demostración de lo que siento.
  7. Pedir ayuda cuando la necesito.

           

Estos factores resilientes pueden promoverse de forma independiente, aunque lo más habitual es que se combinen cuando una persona se enfrenta a una situación adversa. Lo más frecuente es que la mayoría de personas ya cuenten con algunos de estos factores, aunque a veces no poseen los suficientes, no saben cómo utilizarlos o solo lo hacen en determinadas circunstancias.

           

Lo que sí está claro es que el primer paso en el camino para afrontar una situación adversa es la identificación la misma. Y, después, ¿de dónde viene la resiliencia? Según hemos visto, todos podemos volvernos resilientes, y el reto es encontrar la forma hacerlo más allá de su vertiente genetista, incluyendo el modelo ecológico y capacitador, promoviendo esa capacidad en cada persona tanto a nivel individual como familiar y social.

 

  1. Rojas Marcos, L. Superar la adversidad. El poder de la resiliencia. Espasa, 2010.
  2. Wolin, S y S. The resilient self. Villard, 1993.
  3. Grotberg, E. Resiliencia. Descubriendo las propias fortalezas. Paidós, 2002.

 

 volver

 

2. ¿De qué hablamos?, de generar emociones positivas

 

«Quizá los médicos de familia que comiencen a prestar atención a su propia felicidad sean con mayor probabilidad promotores de la misma en el cuidado de los pacientes» (P. J. Hershberger)

 

Los beneficios del optimismo se producen en todos los ámbitos: en la salud, en las relaciones personales, en el trabajo, en el deporte o incluso en la política. El bienestar subjetivo se traduce en actividades y forma de vida saludables.

 

Que el optimismo es rentable tiene una explicación sencilla. El optimista es más perseverante, lo intenta más veces, y eso hace que llegue más lejos. El pesimista, por su parte, ante las dificultades abandona pronto, con lo que se cumplen sus pronósticos más derrotistas; o dicho con palabras de Isaac Singer: «Si continúas diciendo que las cosas van a ir mal tienes buenas probabilidades de convertirte en un profeta».

 

El optimismo se refleja en cómo vemos el presente. La persona optimista ante una situación de crisis o adversidad tiende a pensar que no va a durar eternamente y que él no es el responsable exclusivo de esa situación. La capacidad para persuadirnos a nosotros mismos, motivándonos y priorizando las emociones positivas por encima de las negativas es fundamental para alcanzar la felicidad, pero también para prevenir ciertas enfermedades, y no solo mentales. El pesimismo enferma. Como reconocía Freud, el optimismo es una ilusión, pero una ilusión esencial para la supervivencia de la civilización.

 

¿Se puede aprender a ser optimista? ¿Qué hay que hacer para lograrlo?

 

Se puede, pero no es fácil y requiere ejercitarse. La clave está en fomentar más el optimismo que en intentar reducir el pesimismo. Se ha demostrado que, en lugar de pretender desprendernos de nuestros pensamientos pesimistas, la fórmula reside en potenciar aquellos aspectos optimistas con los que todos contamos.

 

Sabemos que la forma de pensar y de sentir van de la mano: según como siento, pienso. Cuando nos sentimos bien, los pensamientos son siempre positivos. La parte del cerebro que regula las emociones influye en los pensamientos, de forma que si potenciamos las situaciones de nuestra vida que nos resultan agradables tendremos más pensamientos positivos.

 

Por otro lado, es frecuente que una misma situación provoque emociones y sentimientos distintos en cada persona, y no solo debido a la situación, sino por la interpretación subjetiva de esa situación.

 

Como dice George Bernard Shaw (1898), «Las personas que funcionan bien en este mundo son las que al levantarse por la mañana buscan las circunstancias que quieren y, si no las encuentran, las inventan».

 

Relación entre razón y emoción

 

El aprendizaje emocional consiste en descubrir, mediante la razón, los motivos por los cuales sentimos lo que sentimos.Quien aprende a percibir las señales emocionales, darles nombre y aceptarlas, puede dirigirlas y ahondar en ellas.

 

La capacidad de reconocer la emoción es la piedra angular de la inteligencia emocional. Goleman explica muy bien en su obra Inteligencia emocional cómo el ser humano es capaz con el debido entrenamiento de controlar dos aspectos clave de sus emociones: su duración y su intensidad. Por ello, cuando se habla de autocontrol emocional no se trata de eliminar emociones, sino de digerirlas, procesarlas y controlarlas.

 

La forma en que se interpreta una situación, lo que uno se dice respecto a ella, es uno de los puntos clave que determina si una persona va a enfrentarse eficazmente a esta o si se va a sentir desbordada e incapaz.

 

El análisis de las emociones basado en la metodología del «rebatimiento», de Martin Seligman, y desarrollado en España por José Luis Bimbela con el «volver a pensar» parte de la base de que la forma en que las personas se perciben y se sienten a sí mismas se puede cambiar.

 

Hemos incorporado el métodode «volver a pensar» como forma de trabajo en muchas de las reuniones del grupo de comunicación y salud de Navarra.

 

Nos resulta muy válido a la hora de abordar y compartir situaciones del día a día con nuestros pacientes. Nos facilita el análisis de la relación, permite recibir opiniones de nuestros compañeros en un «marco de confianza» en que afloran emociones (cuando la realidad es que no estamos acostumbrados a hablar de ellas) y somos conscientes de la gran influencia que tienen en el encuentro «clínico».

 

Este método supone traducir las emociones a los pensamientos que las han provocado, pues aunque lo primero que afloran son las emociones, antes se producen una serie de pensamientos rápidos y automáticos que son los que las provocan.

 

Lo que se hace con el «volver a pensar» es identificar en estos pensamientos las «distorsiones o errores cognitivos»para plantearnos si, en esa situación, hay otra forma más realista y justa de verla.

 

La Tabla de Gimnasia Emocional que apoya el «volver a pensar» es un buen instrumento para aplicar esta teoría. Consta de cinco pasos:

  1. Pensar en la situación que nos ha generado emociones.
  2. Identificar las emociones que nos han surgido.
  3. Describir los pensamientos asociados (distorsionados, subjetivos y poco realistas de ver la situación).
  4. Tras «pensar de nuevo», describir los nuevos pensamientos (más objetivos, realistas y no «ingenuamente positivos»).
  5. Valorar las nuevas emociones o la modificación de las emociones iniciales.

Esta gimnasia emocional («volver a pensar, volver a sentir»):

  • Podemos incorporarla en «nuestro arsenal terapéutico».
  • Podemos «recetársela» a los pacientes.
  • Podemos practicarla nosotros solos o con compañeros.
  • Nos sirve para nuestra vida personal y cotidiana.

 

¿A qué más podemos recurrir?

Generar emociones positivas de forma consciente:

 

Doctor, sonría, por favor:

 

La sonrisa es el mejor medicamento que existe sin receta médica, es gratis, sin límite de dosis y no tiene ninguna contraindicación. Y además, como decía Orwell, uno acaba teniendo la cara que se merece, la cara que se ha ganado a lo largo de la vida.

 

¿Nos imaginamos cómo será una cara asentada en la queja, el desánimo? O por el contrario, ¿nos imaginamos cómo lucirá una cara fruto de sonreír y de sentir durante años emociones como entusiasmo, ilusión y reto?

 

El sentido del humor:

 

Y es que no hay que reírse mucho ni por todo, sino aprender a percibir la vida y los acontecimientos cotidianos desde ópticas más alegres y más felices para nosotros. Observar un problema desde una perspectiva humorística es toda una experiencia que se puede aprender.

 

Autocuidado: dentro y fuera del trabajo

 

Porque el «cuidarnos» y el «mimarnos» generan emociones positivas.

 

Lo que te gusta: repítelo cuanto puedas. Disfrútalo y sé consciente de todos los aspectos.

 

Bibliografía

  1. Martin E. P. Seligman, La auténtica felicidad. Byblos, 2007.
  2. Martin E. P. Seligman, Aprenda optimismo. Debolsillo, 2004.
  3. Luis Rojas Marcos, La fuerza del optimismo. Madrid: Punto de Lectura, S.L., 2006.
  4. J. L.Bimbela, Cuidando al cuidador. Counseling para médicos y otros profesionales de lasalud. Granada: Escuela Andaluza de Salud Pública, 2001.
  5. A. Figueras, Pura felicidad.Ser feliz es saludable. Barcelona: Plataforma Editorial, 2012.
  6. D. Goleman. Inteligencia emocional. Barcelona: Kairós, 1996.
  7. C. Fuertes, Arillo A, Arroyo A, Gaminde I, Pascual P, Elcuaz Ch. Una experiencia de grupo de reflexión para el manejo de entrevistas clínicas difíciles. An Sist Sanit Navar 2013; 36(3): 455-66.

 

 volver

 

3. Al mal tiempo... buena música

 

«Todo conocimiento se inicia por los sentimientos» (Leonardo da Vinci)

 

«La música es ese lugar donde todos coincidimos alguna vez» (Anónimo)

 

Nuestro desarrollo como profesionales y la preocupación constante en mejorar nuestras competencias nos convierten en «viajeros de descubrimientos», olvidándonos en ocasiones de llevar con nosotros un equipaje que forma parte de la esencia de nuestra vida: las emociones.

 

La perspectiva en la formación del equipo sanitario se encamina hacia «el saber»; el conocimiento nos da seguridad en el quehacer diario. Por ello nos preguntamos a menudo: ¿qué sabemos?, ¿qué nos queda por aprender? Pero es poco frecuente que nos planteemos: ¿qué sentimos los profesionales sanitarios? ¿Sabemos ser? ¿Nos mimamos, nos cuidamos?

 

Desde este prisma, podemos hablar de expresión emocional-expresión corporal, ya que nuestra expresión corporal tiene una relación directa con la exteriorización del mundo interior, y es la suma de ambas la que nos da como resultante un sistema de comunicación eficiente y eficaz, como concepto integral del ser humano.

 

Dando respuesta a ¿qué sentimos los profesionales sanitarios?, es inevitable reflexionar sobre lo que ocurre en nuestra actividad diaria.

 

Llegar a identificar qué sentimos y cómo nos sentimos, en su doble vertiente de placer/displacer, constituye una habilidad personal básica para manejar las situaciones laborales y aprender a encauzarlas con serenidad y sin un alto coste emocional. Es un sendero por el que caminamos que nos preocupa porque todo ello va a influir en:

                       

Nuestro bienestar y el clima de relación que se establece con el paciente.

                       

La capacidad para modificar los comportamientos de los pacientes e influir en sus creencias, valores, pensamientos y actitudes.

                       

Una pro actividad e iniciativas frente a satisfacción laboral, modificando la atmósfera que nos hace sufrir, por la formación que nos hace disfrutar.

           

¿Estamos preparados?

 

La finalidad de mi intervención desde la vivencia práctica es:

  1. Experimentar la música como energía base, facilitadora de las emociones y reguladora del bienestar (es la «medicina del alma»).
  2. Proponer un protocolo de salud emocional para exteriorizar que «me siento feliz» desde tres vertientes:
    1. el cuerpo sentido
    2. el cuerpo expresivo
    3. el cuerpo comunicativo

 

El abordaje de la música en el ámbito de la medicina es una propuesta dirigida hacia nuestro cuidado/calidad de vida, y relativa a cómo puede generar «efecto eco» en nuestra consulta. En el año 1500 a. C., ya había constancia de la influencia de la música sobre el cuerpo humano, por lo que se la consideraba como un agente capaz de curar el cuerpo, calmar la mente y purificar el alma. Por ejemplo, en la época prehistórica aparecen pinturas en la cueva de Le Trois Frères, llamadas «el brujo con el arcomusical», a veces llamado «doctor-mago» u «hombre de la medicina».

 

Los griegos de la Antigüedad dedicaron gran atención a la música como un recurso estimulante que mejora los estados anímicos, la memoria y la concentración. Aristóteles fue uno de los que realizó notables aportaciones sobre la naturaleza del sonido y sus efectos sobre las emociones, el carácter, el comportamiento y la salud. El poder terapéutico de la música es incuestionable. Desde esta perspectiva, nosotros tenemos la gran oportunidad de incorporar el lenguaje musical en nuestro día a día, conscientes de la repercusión que tiene en el llamado protocolo de salud emocional.

 

El recurso de la música se plantea como una herramienta para el manejo de emociones en la relación médico-paciente, haciendo uso de nuestra expresión corporal, desde tres dimensiones: el «cuerpo sentido» significa que estamos a la escucha de nuestras emociones y del efecto que provocan en nuestro organismo. ¿Qué nivel de energía sentimos?.. El cuerpo no miente, el cuerpo sentido es la «escucha interna».

 

La segunda dimensión es el «cuerpo expresivo»: es el abordaje a lo que estoy sintiendo, con la intención de liberar y canalizar las emociones, es decir, la competencia que Bisquerra (2003) define como regulación emocional. Proponemos para el logro de esta competencia dinámicas de quietud (ejercicios de relajación, meditación en un minuto), técnicas de respiración asociadas a un lenguaje musical basado en secuencias rítmicas y melódicas a tempo lento y obstinato, que reconectan con la calma y el bienestar, unidas a la práctica de actividad física diaria, basada en ejercicios aeróbicos que modifican y nos activan el nivel energético del cuerpo físico y emocional.

 

La tercera dimensión es el «cuerpo comunicativo»: nuestra expresividad construida para conectarnos con los demás, para crear un «texto corporal» por medio de la comunicación no verbal, y es en esta dimensión donde elegimos «qué tipo de música queremos interpretar con nuestra expresión motriz», qué intencionalidad tenemos en nuestra consulta, ¿son gestos comunicativos que transmiten bienestar y crean un clima confortable y cálido?

 

El desarrollo vivencial de estas tres dimensiones como profesionales de la salud no es un «entrenamiento intuitivo», lo podemos identificar como áreas conectadas que se entrenan de forma consciente y nos facilitan una más «adaptada y feliz» relación conmigo mismo y con los demás: «la música es para el alma lo que el ejercicio es para el cuerpo» (Platón).

 


Comunicaciones y ponencias semFYC: 2024; Actividades de programas y secciones semFYC. ISSN: 2339-9333