Realizar una hoja de ruta, al inicio de la residencia, en la que quede constancia de los objetivos que debe cumplir un residente de familia dependiendo del año  en el que se encuentre. Otorgando mayor importancia a distintos campos de la formación según las necesidades individuales, sin olvidarse de objetivos comunes. Reflexionar sobre la falta de reproductibilidad del libro del residente, y sus anticuados métodos de evaluación. Hacer partícipes a los residentes de su evaluación final, conformando un plan de trabajo con una base común, pero flexible para que cada uno encuentre su camino en la medicina familiar y comunitaria.

Es evidente en las reuniones de evaluación que los residentes no llegan a alcanzar los objetivos propuestos, lo que se refleja en evaluaciones bajas, alejadas de la excelencia. Se realizaron reuniones tutores-residentes para consensuar un plan que pudiera consultarse y realizarse seguimiento.

Tras reflexionar sobre estas cuestiones, se planteó una formación flexible en el que el peso entre las actividades formativas, congresos, publicaciones, intervenciones comunitarias-familiares, guardias, rotaciones externas y cursos variara a lo largo de la residencia para adaptarse a cada año. Se elaboró una guía de 17 items, y se envió por correo.

De esta reunión se extrajeron dos conclusiones:

- Desconocimiento por parte de tutores-residentes, de los objetivos concretos en los que se basan las Unidades Docentes para una evaluación que roce la excelencia.

- Menor implicación tutor-residentes al no tener objetivos definidos.

Resolución de problemas:

- Revisión sistemática de exigencias de cada año de residencia.

- Mejorar la implicación tutores-residentes en base a la consecución de objetivos claramente definidos.  

Un plan adaptado a las necesidades reales, revisable y que puede ser sometido a seguimiento, es fundamental para garantizar el cumplimiento y desarrollo de la profesión de manera correcta. Útil a las UD como método para aclarar y unificar criterios en la valoración.