XLIV Congreso de la semFYC - Barcelona
14-16 de noviembre de 2024
Erupción pruriginosa.
Enfoque individual
Mujer de 68 años con antecedentes de dislipidemia (simvastatina), Diabetes Mellitus 2 (metformina/sitagliptina), Meningioma del ángulo ponto cerebeloso derecho (derivación ventrículo-peritoneal) que acude por erupción pruriginosa generalizada las últimas 72 h.
Exploración Física: Pápulas eritematosas generalizadas y ampollas tensas en zona de escote, brazos e inglés.
Juicio clínico, diagnóstico diferencial, identificación de problemas
Urticaria; toxicodermia; penfigoide ampolloso (PA); dermatitis herpetiforme; eritema multiforme.
Tratamiento y planes de actuación
Se inicia tratamiento antihistamínico para controlar el prurito y se deriva de forma preferente a dermatología.
Evolución
En dermatología se realiza una biopsia de las lesiones, bajo la sospecha de penfigoide ampolloso secundario, se inicia tratamiento con corticoides y se suspende el antidiabético sitagliptina como posible desencadenante. La paciente presenta mejoría clínica y se confirma el diagnóstico histológico. Durante el seguimiento presenta diferentes brotes que se tratan con prednisona ocasionando un mal control glucémico que requiere insulinización y por eso se decide iniciar tratamiento con metotrexate consiguiendo estabilidad clínica.
El PA es una patología de origen autoinmune que afecta principalmente a personas de edad avanzada, se manifiesta por la aparición de ampollas subepidérmicas. Existen diversos desencadenantes, sin embargo, en muchos casos no se los puede identificar. Se debe sospechar en pacientes con este tipo de lesiones y que han iniciado algún tratamiento farmacológico reciente.
La prevalencia de PA en pacientes que están siendo tratados con iDPP-4 es elevada.
Se debe destacar la importancia de la revisión de medicación crónica, como una evaluación rigurosa y personalizada de todo el régimen terapéutico con el objetivo de aumentar los beneficios en la salud, mejorar la seguridad, la adherencia, control de sus patologías y, por ende, calidad de vida, minimizando los riegos que puede suponer su uso; en una sociedad con una creciente complejidad médica, y con el elevado coste para el sistema sanitario que supone la iatrogenia.