XXXVII Congreso de la semFYC – Madrid
del 4 al 6 de mayo 2017
Atención Primaria.
Caso multidisciplinar.
Molestias urinarias.
Enfoque individual
No AMC. HTA. Dislipemia. Ex fumador. Cardiopatía isquémica. Intervenido de cataratas. En tratamiento con Furosemida, Espironolactona, AAS, Ramipril, Omeprazol y Pravastatina.
Se trata de un varón de 85 años que consulta por disuria, urgencia miccional y disminución de la fuerza del chorro desde hace dos meses, sin otros síntomas asociados. Solicitamos analítica sanguínea (incluido PSA) y orina que resultan normales. Pautamos Tamsulosina. Un mes después, persiste clínica, refiriendo, además, dolor anal. Tras tacto rectal con fisura a las 9 y próstata dura y dolorosa, iniciamos antibiótico –a pesar de tira reactiva normal- y solicitamos ecografía, que informa de “próstata de 70 cc” sin otros hallazgos. Derivamos a Urología, pero el paciente acude a Urgencias y derivan a Cirugía. Pasados dos meses, el paciente es alta por Urología, aconsejándose añadir Solifenacina para su hiperplasia benigna de próstata (HBP) y un antihemorroidal. Por otro lado, está en seguimiento por Cirugía y tiene colonoscopia normal. El paciente continúa con dolor, ahora irradiado a testículos, y refiere pérdida de peso no cuantificada en los últimos meses. Derivamos, nuevamente, a Urología y solicitamos TC, que informa de “neoplasia prostática con metástasis hepáticas, ganglionares pélvicas e ilíacas y pulmonares”. Derivamos al hospital, donde ingresa.
Enfoque familiar
Viudo. Vive con su hija, con la que mantiene buena relación. Nivel socio-cultural bajo.
Desarrollo
Neoplasia prostática estadio IV.
Diagnóstico diferencial: HBP, prostatitis.
Problemas: fundamentalmente, el no completar una buena historia clínica inicialmente, con anamnesis y exploración física más detalladas, la “normalidad” de las pruebas complementarias iniciales y la falta de apoyo por el especialista hospitalario correspondiente, lo que retrasa el diagnóstico.
Tratamiento
Opioides. Quimioterapia. Radioterapia. Sedación.
Evolución
Cuatro meses después, a pesar de la buena tolerancia inicial al tratamiento, presenta deterioro progresivo que se complica con bronquitis aguda, siendo éxitus letalis.
El médico de familia, más que para curar, está para paliar el sufrimiento del paciente. En este caso, debido a una serie de errores encadenados, nos planteamos si hemos sabido cumplir, adecuadamente, con nuestra misión, tanto por el retraso diagnóstico como por el plan de actuación tras el mismo.